Curiosos Episodios de la Excursión

Por : Héctor Bruno Fernández Gómez

En la anterior edición les conté someramente sobre la excursión que varios amigos hicimos para conocer el cerro de El Choque , pero refrescando la memoria  encontré algunos episodios omitidos que por  graciosos  hoy me permito relatarles. Ocurre que según me lo ratifica Mariano Ramírez quien también hizo parte del paseo, entre los atavíos que llevábamos estaban una escopeta calibre 16 aportada por mi tío Carlos Eduardo Gómez Gil y una yeguita mansa también de su propiedad en la cual cargábamos nuestras pertenencias y menaje .Luego de varios días de recorrer caminos y trochas ciegas, sin mapa ni brújula ni nada parecido que nos pudiera orientar, cansados, sudorosos y hambrientos atisbamos en medio del monte  tres hermosos ejemplares de extrañas aves  semejantes a  gallinetas o guineas que vagaban por el lugar sin rumbo como nosotros ante lo cual nos vimos en la necesidad de sacrificarlas con disparos de la escopeta. La emoción fue inmensa y procedimos entonces a instalar un improvisado fogón de tres piedras donde calentamos agua para desplumarlas y arreglarlas para luego con cebolla papa y yuca proceder a elaborar un sancochito,  con tan mala suerte que no llevábamos sal para condimentarlo.  Así que nos tocó comerlo insípido lo cual nos provocó náuseas. Para evitar que en un  futuro nos volviera a ocurrir al día siguiente  mandamos  al joven campesino que nos acompañaba que regresara a la zona poblada y consiguiera salecita lo que efectivamente hizo en la finca Venecia de Luis Leaño quien lo puso en confesión sobre la pérdida de tres gallinas “ Cartaguas”   que un amigo le pidió  cuidar por lo exóticas que eran en su plumaje y configuración  semejantes a las gallinetas o pavas de monte . La denuncia no se hizo esperar y Leaño acudió ante la Inspección de Policía de Chocontá con citación exacta de los   bandidos ladrones de  sus gallinas.    Finalizada la excursión  se nos hizo comparecer    “a puertas de cabildo policivo”   a  pagarlas  por el  precio que a Leaño se le antojó .

Otra curiosidad de la aventura consistió en que una de las ocho noches dejamos la yeguita mal amarrada y cuando nos despertamos se había marchado lo cual era gravísimo en primer lugar por su valor y en segundo término porque en adelante nos tocaba cargar en nuestras espaldas el pesado menaje que llevábamos. La buscamos por cielo y tierra sin encontrarla.  Varias horas soportamos en los hombros toda la carga hasta que finalmente  y como por arte de magia el animalito regresó voluntariamente a nuestro lado sin saber de que manera.

Extenuantes jornadas diarias nos iban mermando las fuerzas pero  jamás el objetivo  acordado.  No existía  camino veredal sino simples atajos que nos despistaban a tal punto que en alguna ocasión nos aproximamos a reservas naturales de Machetá y Tibirita.  Para peor de males la maleza forestal  tupida  superaba grandemente nuestra estatura e impedía el ingreso de la luz solar de manera que nos sentíamos caminando en la oscuridad  en pleno día .  En ciertos momentos parecíamos  prisioneros de la manigua y totalmente desorientados. Los machetes o “peinillas” como entonces  se les llamaba  fueron nuestra salvación para devastar  los matorrales o maraña vegetal lo cual ampliaba el esfuerzo que hacíamos y nos desgastaba físicamente.

Entre tantas peripecias también hubo momentos felices como cuando nos encontramos cara a cara con un venadito bambi que se había extraviado de su madre el cual  nos dejó perplejos de emoción por pocos minutos porque de inmediato se internó veloz en la maraña. Diariamente veíamos zorros, lechuzas, faras ,liebres , sapos y ranas, comadrejas, murciélagos,  borugos , cangrejos, torcazas, colibríes, charchalas,  y  armadillos  con sus pequeñas crías. Pero lo incómodo eran las culebras corales que abundaban algunas dejando sus pieles vacías por los senderos. Grave porque en aquel tiempo no existían las botas de caucho protectoras  , apenas  nuestros simples zapatos de cuero o tenis Croydon  mojados  que además  apestaban. ¿ sería por eso que los animales nos huían ?

El frío era tan intenso que  en las noches nos  castañeteaban y dolían fuertemente los dientes y  también nos daban ganas de orinar a cada rato. Pero llevábamos bacinillas gracias a Dios.

Cierto día y al final de la jornada  coincidencialmente apareció ante nosotros un señor campesino del lugar quien se identificó como  N Buitrago hombre fuerte y ducho en el manejo del campo quien nos llevó a nuestro objetivo  el cerro o peña de El Choque una impresionante  y altísima mole natural con otra  piedra sobrepuesta que  nos dijo estaba » encantada»  según decían sus abuelos porque guardaba tunjos de oro y figuras con esmeraldas de Somondoco elaborados por los Muiscas .Intentamos  por todos los medios  subir hasta su cúspide pero fué inutil; inclusive    con lazos y rejos amarramos   al joven campesino que nos acompañaba quien tampoco lo logró . Pienso que aun hoy persiste esa dificultad y la incógnita de saber  que diablos guarda en secreto ese enorme peñasco. Además me ronda en la cabeza cual razón u objetivo motivó a los Muiscas y Chibchas para enfrentarse en una guerra feroz para apropiarse  del risco.  Despejar la incógnita  sigue vigente. Esperamos que algunos de nuestros actuales jóvenes paisanos se atrevan ahora a emprender tan bella y riesgosa odisea y logren desentrañar lo recóndito del asunto.

 Entre tanto nosotros sentados en nuestro sillón en casa descansando, tomando chocolate y con las narices calientitas veremos de que son capaces las nuevas generaciones.

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